lunes, 7 de abril de 2025

POESÍAS PREMIADAS TEXTOS

SENIOR

Primer premio

DESTINOS

                                               ¿Cómo puedes sonreír cada mañana

                                                           si te despiertas en una casa sobre ruedas”

                                                                       Natalia Veronski

Todos sabían que algún día seré yo,

que la vida adulta me esperaba

en un parque rodante,

que tendería mi ropa en una cuerda

del coche a la ventana.

Profesores y padres hablaban de mí en clave,

yo ignoraba su idioma y envidiaba sus cenas,

me sentía una mendiga ante sus hijas.

Ellas tenían el pelo liso, las caderas delgadas,

fácil la risa, el edredón, de flores.

Los chicos tenían novia; me buscaban a mí,

pero no se quedaban después de despeinarme.

 

Todos sabían ya, desde mi primer día

en la escuela infantil,

que siempre sería yo la que quedara atrás,

la que esperara entre la soledad

entonando una música que solo yo escuchaba.

Mi padre lo sabía, por eso no volvió

aquella noche, cuando salió a tomar cerveza.

Mi madre lo sabía también, y me buscaba

trabajo de a seis euros la hora para que

me fuera acostumbrando a mi destino.

 

Solo yo no soñaba

ni intuía

ni pensaba

que estaba condenada a una casa rodante.

 

Yo buscaba gaviotas más allá del pantano

y robaba los discos de María Elena Ríos,

la que tocaba el saxo

y un día perdió su rostro bajo el ácido.

Yo trepaba hasta el árbol donde rubias abejas

fabricaban la miel más dulce del condado.

Solo yo conocía

donde brotaba el agua más fresca de la peña,

donde crecían las fresas más sabrosas.

Solo yo comprendía

los oscuros poemas

que hablaban de los cuervos y la muerte.

Yo sentía en las entrañas

el corazón Heathcliff, las pasiones de Catherine,

yo viajaba en los trenes sin billete,

podía hacerme invisible como un hada o un ángel

o como esos fantasmas de niebla y luz que flotan

un poco más allá de vuestro alcance.

 

No me sirvió de nada:

si me apoyo en el quicio de la puerta

veré volar mis faldas

y mis bragas, tendidas

en una cuerda atada del coche a la ventana.

Veré las nubes grises anunciando la tormenta

y sonaran las gotas

como huesudos pies sobre la chapa;

escucharé el gemido del viento rodeándome

y buscaré calor en la panza del vidrio,

la que nunca abandona.

 

Dormiré cada noche, moriré cada día,

seré la vieja bruja que a los niños asusta,

esa que todos saben

que acabará mordida por las ratas,

apestando a podrido en la casa rodante

que le fue destinada en el reparto.

 

Porque nací maldita,

marcada, condenada,

y todos lo sabéis.

 

Solo yo no lo sé.                    

                            Y por eso sonrío.

 

Ana Vega Burgos


Segundo premio

EL ESCRIBIENTE

                                               A la memoria de mi tío Miguel y mi abuela Isidra

Escribo porque nunca supe esquivar las piedras,

porque mis manos sostienen más dudas que certezas,

porque los que hablaban de fe se escondían en la sombra,

porque el sol me quema la piel y no el pasado,

porque jamás entendí a quién pertenecían las banderas.

A veces, casi siempre,

las cosas duelen menos

cuando se miran desde la distancia.

 

Escribo porque el amor regresa con otro nombre,

porque la ausencia tiene un idioma que aprendí sin querer.

Dejé palabras en los muros que alguna vez me cercaron,

ahora las encuentro en bocas que ya no me recuerdan.

Tal vez la distancia no sea solo espacio,

sino tiempo acumulado en los gestos.

 

Escribo porque hubo días en que me pidieron más de lo que tenía,

y solo supe darles la infancia hecha ceniza.

Aprendí a contar desde el final del cuaderno,

y los números me llevaron al ritmo,

y el ritmo al desorden de esta voz que insiste en hablar.

Mientras el silencio sea un peso y no un refugio,

seguiré llenando páginas con lo que nadie escucha.

 

Escribo porque la verdad a veces se esconde en los bordes,

porque no conozco mejor forma de trazar el filo entre el miedo y la rabia,

porque mi cuerpo aún carga cicatrices invisibles,

porque la ciudad me impone su marcha y yo camino al revés,

porque rendirse sería darles la razón a quienes nunca la tuvieron,

porque el mundo es una grieta

y yo llevo semillas en los bolsillos.

 

Escribo porque el deseo ya no se vende en vitrinas,

porque aprendí a contenerlo sin dejar que se apague,

-y lo más cierto-

porque me mostraste que hay formas de ver sin usar los ojos.

Antes de ti, la vida era otra cosa

y aunque esto no sea un poema de amor,

no sé decirte tu nombre sin volverme humano.

 

Escribo porque siempre aposté todo al abismo de la tinta,

porque perderlo es la única manera de seguir jugando.

A veces, casi nunca,

basta sentir la sangre bajo la piel

aunque en ocasiones preguntes si todo esto sirve de algo.

Ahora deja que el aire te envuelva

y sigue floreciendo.

 

José María Remesal Pérez


JUVENIL

Primer premio

UN ÚLTIMO DÍA

El sol se cuela por las ventanas,

pero hoy la luz pesa distinto.

Las risas suenan más altas,

como si quisieran aferrarse al aire,

como si el aire supiera que hoy es la última vez.

 

Las burlas vuelan de un lado a otro,

como siempre, como nunca.

Y en cada carcajada hay un eco

de lo que fuimos,

de lo que nunca seremos más.

 

El tiempo suena su despedida,

y por primera vez, nadie se mueve.

Nos quedamos ahí, quietos,

mirando al vacío, al reloj,

a los años que se nos escapan

como arena entre los dedos.

 

No hay “hasta mañana”,

no hay un “nos vemos pronto”.

Solo un adiós callado,

un adiós que no sale

y un abrazo que no nunca llega,

un instante eterno antes de desaparecer.


Daniela Muñoz Llorente 15 años

 

Segundo premio

AUSENCIA Nº 3

                                    PARA K

Hay ausencia k llenan más k las presencias,

k dejan su sombra en cada rincón,

k hablan en el eco de las puertas cerradas

y pesan en el aire como ese último adiós.

 

Te fuiste, y sin embargo, sigues akí.

En la taza de café k enfría la mesa,

en la radio k canta tu nombre sin kerer,

en la silla vacía k aún guarda tu nombre,

en el periódico abierto donde kedó tu voz.

 

No estás, pero tu ausencia me acompaña,

y aunk cierro los ojos, sigues estando akí

xk hay ausencias k nunca se borran,

xk hay recuerdos k no se kieren ir.

 

Irene Peñalva Jiménez 17 años

 

Tercer premio

CENIZAS DE AVE FÉNIX

Respirar lo ligero de la vida

como si mi corazón hubiera aprendido a bailar de nuevo,

mis ojos a ver en color,

mis labios a describir lo bello.

 

Mis pies recuerdan cómo sentir la estabilidad de la tierra,

mis manos cómo aceptar el roce de un abrazo,

y mis células olvidan, por fin,

el dolor de la transformación.

 

No hay derrumbes;

mis cimientos son fuertes

y sanos,

nacidos desde lo más hondo.

 

Busco aprender a apreciar el silencio

y lograr así escuchar la verdadera vida,

encontrar la armonía,

y hallar el equilibrio en mi semilla.

Todo para florecer

y descubrir la primavera de nuevo.

 

El mundo no acaba,

el universo me sonríe,

y las flores crecen en el pavimento.

Y yo solo pienso:

qué bonito se ve todo

desde la cima de este templo.

 

Ojala mi alma recuerde este hogar

interno para siempre,

y lo eterno

se haga mi presente.

 

Jimena Marugán Guerra 17 años


INFANTIL

Primer premio

ABUELA                                      

Siento alegría cuando te recuerdo.

Siento tristeza porque no te tengo.

 

Me gustaría dar para atrás las agujas del reloj

y así poder juntos una puesta de sol.

 

Cuando miro al cielo, la estrella que más brilla,

llena mi corazón e ilumina mi día.

 

Cuando cae un copo de nieve en mi mejilla

es porque me haces cosquillas.

 

Cuando sopla el viento, me alborota la melena

miro para arriba a ver si me peinas.

 

Cuando caen las hojas

busco por si me has dejado una nota.

 

Cuando en el camino encuentro flores

sé que son tus amores.

 

Siento tristeza porque no te tengo.

Siento alegría cuando te recuerdo.

Ana Martín Benito 12 años


Segundo premio

PRIMAVERA

El sol en la cara

verde la pradera

y una rosa clara

llena de frescura.

 

Rasga el aire en un instante,

la golondrina

y el mirlo sobre el estandarte,

su flauta trina.

 

VERANO

Azul y grande, piscina

bajo el sol radiante

con la brisa marina;

disfruta el caminante.

 

Bajo las parras

la mosca le molesta;

y las cigarras

se meten en su cesta.

 

INVIERNO

La nieve baila al son del viento

y se arremolina con movimiento,

la escarcha brilla en el cemento

reflejando mis pensamientos.

Niños expectantes,

el hielo bien brillante,

patines chirriantes,

derrape alucinante.

 

EL FUEGO

Es admirable

el fuego como arde,

la llama hipnotiza

creando ceniza.

 

Desprende calor

con mucho color.

rojo, naranja, amarillo e incluso azul

que se hace el gandul.

 

Sofía Gaasch García 9 años

 

Tercer Premio

LUNA

Para brillantez la suya,

tan blanca como la nieve,

esa bella dama viene

a alumbrarnos por la noche.

 

La noche, fría y feroz,

no tenía compasión,

pues la luna tiritaba

antes de irse a su almohada.

 

Desde la tierra la vemos,

arriba ahí, chiquitita,

como una pequeña nuez

parece una lamparita.

 

Al anochecer, la luna,

cuando está en cuarto creciente,

se la ve muy sonriente

pues va a llegar a la cuna.

 

Aitana García Carrero 10 años

 

Mención especial

TABLAS DE MULTIPLICAR DE SEGOVIA

Uno por uno: uno, el acueducto es muy chulo.

Dos por dos: cuatro, me hago una foto con el diablo.

Tres por tres: nueve, me gusta Segovia con nieve.

Cuatro por cuatro: dieciséis, un cochinillo os comeréis.

Cinco por cinco: veinticinco, los gorriones dan un brinco.

Seis por seis: treinta y seis, en la plaza mayor os juntáis.

Siete por siete: cuarenta y nueve, la veleta de la catedral se mueve.

Ocho por ocho: sesenta y cuatro, en el teatro Juan Bravo voy a ver un teatro.

Nueve por nueve: ochenta y uno, como el alcázar no hay ninguno.

Diez por diez: cien, esta poesía ha acabado bien.

 

Alex González Marugán 8 años

 

Mención especial

LASI

Eres como las notas musicales

mi – la – si

blanda y suave como un peluche,

blanca como la nieve,

tus orejitas canela.

Eres juguetona y cariñosa.

Te extraño y te recuerdo

jugando en Choluteca,

te tiraba la pelota

y tú me la traías.

Por la mañana

me decías adiós cuando iba al cole,

por la tarde paseábamos

por las calles del barrio.

Si llovía te escondías

debajo de la mesa.

Te echo de menos

mi perrita chiquitina.

Tus ojitos de avellana

me miraban con tristeza

el día que me marché

a coger el avión

para venir a España.

¡Cómo te extraño!

Ojala que vengas y te quedes a mi lado.


Victoria Gissell Rodríguez 11 años