SENIOR
DESTINOS
¿Cómo puedes sonreír cada mañana
si
te despiertas en una casa sobre ruedas”
Natalia
Veronski
Todos sabían que algún día seré yo,
que la vida adulta me esperaba
en un parque rodante,
que tendería mi ropa en una cuerda
del coche a la ventana.
Profesores y padres hablaban de mí en clave,
yo ignoraba su idioma y envidiaba sus cenas,
me sentía una mendiga ante sus hijas.
Ellas tenían el pelo liso, las caderas delgadas,
fácil la risa, el edredón, de flores.
Los chicos tenían novia; me buscaban a mí,
pero no se quedaban después de despeinarme.
Todos sabían ya, desde mi primer día
en la escuela infantil,
que siempre sería yo la que quedara atrás,
la que esperara entre la soledad
entonando una música que solo yo escuchaba.
Mi padre lo sabía, por eso no volvió
aquella noche, cuando salió a tomar cerveza.
Mi madre lo sabía también, y me buscaba
trabajo de a seis euros la hora para que
me fuera acostumbrando a mi destino.
Solo yo no soñaba
ni intuía
ni pensaba
que estaba condenada a una casa rodante.
Yo buscaba gaviotas más allá del pantano
y robaba los discos de María Elena Ríos,
la que tocaba el saxo
y un día perdió su rostro bajo el ácido.
Yo trepaba hasta el árbol donde rubias abejas
fabricaban la miel más dulce del condado.
Solo yo conocía
donde brotaba el agua más fresca de la peña,
donde crecían las fresas más sabrosas.
Solo yo comprendía
los oscuros poemas
que hablaban de los cuervos y la muerte.
Yo sentía en las entrañas
el corazón Heathcliff, las pasiones de Catherine,
yo viajaba en los trenes sin billete,
podía hacerme invisible como un hada o un ángel
o como esos fantasmas de niebla y luz que flotan
un poco más allá de vuestro alcance.
No me sirvió de nada:
si me apoyo en el quicio de la puerta
veré volar mis faldas
y mis bragas, tendidas
en una cuerda atada del coche a la ventana.
Veré las nubes grises anunciando la tormenta
y sonaran las gotas
como huesudos pies sobre la chapa;
escucharé el gemido del viento rodeándome
y buscaré calor en la panza del vidrio,
la que nunca abandona.
Dormiré cada noche, moriré cada día,
seré la vieja bruja que a los niños asusta,
esa que todos saben
que acabará mordida por las ratas,
apestando a podrido en la casa rodante
que le fue destinada en el reparto.
Porque nací maldita,
marcada, condenada,
y todos lo sabéis.
Solo yo no lo sé.
Y por eso sonrío.
Ana Vega Burgos
Segundo premio
EL ESCRIBIENTE
A la memoria de mi tío Miguel y mi abuela
Isidra
Escribo porque nunca supe esquivar las piedras,
porque mis manos sostienen más dudas que certezas,
porque los que hablaban de fe se escondían en la
sombra,
porque el sol me quema la piel y no el pasado,
porque jamás entendí a quién pertenecían las banderas.
A veces, casi siempre,
las cosas duelen menos
cuando se miran desde la distancia.
Escribo porque el amor regresa con otro nombre,
porque la ausencia tiene un idioma que aprendí sin
querer.
Dejé palabras en los muros que alguna vez me cercaron,
ahora las encuentro en bocas que ya no me recuerdan.
Tal vez la distancia no sea solo espacio,
sino tiempo acumulado en los gestos.
Escribo porque hubo días en que me pidieron más de lo
que tenía,
y solo supe darles la infancia hecha ceniza.
Aprendí a contar desde el final del cuaderno,
y los números me llevaron al ritmo,
y el ritmo al desorden de esta voz que insiste en
hablar.
Mientras el silencio sea un peso y no un refugio,
seguiré llenando páginas con lo que nadie escucha.
Escribo porque la verdad a veces se esconde en los
bordes,
porque no conozco mejor forma de trazar el filo entre
el miedo y la rabia,
porque mi cuerpo aún carga cicatrices invisibles,
porque la ciudad me impone su marcha y yo camino al
revés,
porque rendirse sería darles la razón a quienes nunca
la tuvieron,
porque el mundo es una grieta
y yo llevo semillas en los bolsillos.
Escribo porque el deseo ya no se vende en vitrinas,
porque aprendí a contenerlo sin dejar que se apague,
-y lo más cierto-
porque me mostraste que hay formas de ver sin usar los
ojos.
Antes de ti, la vida era otra cosa
y aunque esto no sea un poema de amor,
no sé decirte tu nombre sin volverme humano.
Escribo porque siempre aposté todo al abismo de la
tinta,
porque perderlo es la única manera de seguir jugando.
A veces, casi nunca,
basta sentir la sangre bajo la piel
aunque en ocasiones preguntes si todo esto sirve de
algo.
Ahora deja que el aire te envuelva
y sigue floreciendo.
José María Remesal Pérez
JUVENIL
Primer
premio
UN ÚLTIMO DÍA
El sol se cuela por las ventanas,
pero hoy la luz pesa distinto.
Las risas suenan más altas,
como si quisieran aferrarse al aire,
como si el aire supiera que hoy es la última vez.
Las burlas vuelan de un lado a otro,
como siempre, como nunca.
Y en cada carcajada hay un eco
de lo que fuimos,
de lo que nunca seremos más.
El tiempo suena su despedida,
y por primera vez, nadie se mueve.
Nos quedamos ahí, quietos,
mirando al vacío, al reloj,
a los años que se nos escapan
como arena entre los dedos.
No hay “hasta mañana”,
no hay un “nos vemos pronto”.
Solo un adiós callado,
un adiós que no sale
y un abrazo que no nunca llega,
un instante eterno antes de desaparecer.
Daniela Muñoz Llorente 15 años
Segundo premio
AUSENCIA Nº 3
PARA
K
Hay ausencia k llenan más k las presencias,
k dejan su sombra en cada rincón,
k hablan en el eco de las puertas cerradas
y pesan en el aire como ese último adiós.
Te fuiste, y sin embargo, sigues akí.
En la taza de café k enfría la mesa,
en la radio k canta tu nombre sin kerer,
en la silla vacía k aún guarda tu nombre,
en el periódico abierto donde kedó tu voz.
No estás, pero tu ausencia me acompaña,
y aunk cierro los ojos, sigues estando akí
xk hay ausencias k nunca se borran,
xk hay recuerdos k no se kieren ir.
Irene Peñalva Jiménez 17 años
Tercer premio
CENIZAS DE AVE FÉNIX
Respirar lo ligero de la vida
como si mi corazón hubiera aprendido a bailar de nuevo,
mis ojos a ver en color,
mis labios a describir lo bello.
Mis pies recuerdan cómo sentir la estabilidad de la tierra,
mis manos cómo aceptar el roce de un abrazo,
y mis células olvidan, por fin,
el dolor de la transformación.
No hay derrumbes;
mis cimientos son fuertes
y sanos,
nacidos desde lo más hondo.
Busco aprender a apreciar el silencio
y lograr así escuchar la verdadera vida,
encontrar la armonía,
y hallar el equilibrio en mi semilla.
Todo para florecer
y descubrir la primavera de nuevo.
El mundo no acaba,
el universo me sonríe,
y las flores crecen en el pavimento.
Y yo solo pienso:
qué bonito se ve todo
desde la cima de este templo.
Ojala mi alma recuerde este hogar
interno para siempre,
y lo eterno
se haga mi presente.
Jimena Marugán Guerra 17 años
INFANTIL
Primer premio
ABUELA
Siento alegría cuando te recuerdo.
Siento tristeza porque no te tengo.
Me gustaría dar para atrás las agujas del reloj
y así poder juntos una puesta de sol.
Cuando miro al cielo, la estrella que más brilla,
llena mi corazón e ilumina mi día.
Cuando cae un copo de nieve en mi mejilla
es porque me haces cosquillas.
Cuando sopla el viento, me alborota la melena
miro para arriba a ver si me peinas.
Cuando caen las hojas
busco por si me has dejado una nota.
Cuando en el camino encuentro flores
sé que son tus amores.
Siento tristeza porque no te tengo.
Siento alegría cuando te recuerdo.
Ana Martín Benito 12 años
Segundo premio
PRIMAVERA
El sol en la cara
verde la pradera
y una rosa clara
llena de frescura.
Rasga el aire en un instante,
la golondrina
y el mirlo sobre el estandarte,
su flauta trina.
VERANO
Azul y grande, piscina
bajo el sol radiante
con la brisa marina;
disfruta el caminante.
Bajo las parras
la mosca le molesta;
y las cigarras
se meten en su cesta.
INVIERNO
La nieve baila al son del viento
y se arremolina con movimiento,
la escarcha brilla en el cemento
reflejando mis pensamientos.
Niños expectantes,
el hielo bien brillante,
patines chirriantes,
derrape alucinante.
EL FUEGO
Es admirable
el fuego como arde,
la llama hipnotiza
creando ceniza.
Desprende calor
con mucho color.
rojo, naranja, amarillo e incluso azul
que se hace el gandul.
Sofía Gaasch García 9 años
Tercer Premio
LUNA
Para brillantez la suya,
tan blanca como la nieve,
esa bella dama viene
a alumbrarnos por la noche.
La noche, fría y feroz,
no tenía compasión,
pues la luna tiritaba
antes de irse a su almohada.
Desde la tierra la vemos,
arriba ahí, chiquitita,
como una pequeña nuez
parece una lamparita.
Al anochecer, la luna,
cuando está en cuarto creciente,
se la ve muy sonriente
pues va a llegar a la cuna.
Aitana García Carrero 10 años
Mención especial
TABLAS DE MULTIPLICAR DE SEGOVIA
Uno por uno: uno, el acueducto es muy chulo.
Dos por dos: cuatro, me hago una foto con el diablo.
Tres por tres: nueve, me gusta Segovia con nieve.
Cuatro por cuatro: dieciséis, un cochinillo os
comeréis.
Cinco por cinco: veinticinco, los gorriones dan un
brinco.
Seis por seis: treinta y seis, en la plaza mayor os
juntáis.
Siete por siete: cuarenta y nueve, la veleta de la
catedral se mueve.
Ocho por ocho: sesenta y cuatro, en el teatro Juan
Bravo voy a ver un teatro.
Nueve por nueve: ochenta y uno, como el alcázar no hay
ninguno.
Diez por diez: cien, esta poesía ha acabado bien.
Alex González Marugán 8 años
Mención especial
LASI
Eres como las notas musicales
mi – la – si
blanda y suave como un peluche,
blanca como la nieve,
tus orejitas canela.
Eres juguetona y cariñosa.
Te extraño y te recuerdo
jugando en Choluteca,
te tiraba la pelota
y tú me la traías.
Por la mañana
me decías adiós cuando iba al cole,
por la tarde paseábamos
por las calles del barrio.
Si llovía te escondías
debajo de la mesa.
Te echo de menos
mi perrita chiquitina.
Tus ojitos de avellana
me miraban con tristeza
el día que me marché
a coger el avión
para venir a España.
¡Cómo te extraño!
Ojala que vengas y te quedes a mi lado.
Victoria Gissell Rodríguez 11 años